La cuestión, dicen, es empezar por la planta
para luego pasar al nivel mascota. Yo, hablo con las mías y las regaba cada dos
días hasta que en terapia corrigieron mi exceso de atención: Maté a una bella y carnosa Dedos y a un pelo de
ahogarlas a todas estuve y creo fervientemente que así sería como madre. Quizá, me falta muchos más viajes que hacer, más libros que leer, más fiestas que bailar, más amores que gozar, más penas que olvidar y más delicias que cocinar.
Lo que pienso cuando no estoy en casa: Temo por sus vidas, que las he notado un
pelín decaídas pero un pelín tan solo. Iré midiendo las dosis, porque pasé de
regarlas cada dos días a cada semana y no sé, me tienen consternada su desarrollo.
La diferencia, supongo, es que yo no las parí.
Decía de las plantas, es una maravilla tenerlas
tan cerca. La primera, Yuca, vino cargada de amor y buena vibra. Imagínate si no, 120 dólares por una hermosa pata de elefante de mi tamaño. Luego la Sábila por aquello de las mascarillas y las quemadas. La exótica y tropical Hojas Verdes que crece y crece y me da paz cuando la veo de cerca. Y para el toque Feng Shui una pequeña Jade de la buena suerte. Pero sí voy a admitir algo: no estoy en mi mejor momento, el estrés me sobrepasa y con tanto ajetreo, piense y piense. Me siento bloqueada.
En mi pasado cumple, mi amiga, originaria de San José de Gracia, Michoacán, pueblito que sirve de referencia para el historiador mexicano Luis González y González en su libro de microhistoria Pueblo en Vilo, me regaló una hermosa planta suculenta que puse en mi ventana. Es cuestión de ir lento. Fluir. Esa es la cuestión. Ya el tiempo dirá.
Pronto: nivel mascota. Entonces tendré el pug con el que tanto sueño.
Me encanta tu manera de escribir...
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