10/28/2012

A desayunar se ha dicho!

Me gustan los domingos, los ocupo para arreglarme la manicura, postear,  hojear revistas, revisar mi correo electrónico sin tanta prisa, pasear en facebook y actualizar mi archivo porno. Ah y la ida al súper por la despensa semanal con todo mi libre albedrío frutal. Pero pérame que voy hablar del desayuno.   No sé que prepararme, dejate tú lo de prepararme, muero porque ya esté hecho, listo.  Humeante y perfecto. Como me gusta: sin tanta sal, sin tanta grasa, gourmet, con lonja de jamón, huevos pasados por agua, fruta madura, pan tostado y un café con canela. Variado y sabroso. Nunca sé elegir si lo quiero fritanguero veracruzano, mexicano, francés o hacer uso de mi imaginación. Ta cabrón no? Yo sé. El domingo me permito placeres culinarios que durante la semana me tengo extrictamente prohibido. Me parece que sabemos tan poco de los desayunos, lo hacemos tan natural, tan poco sublime, tan ahí se va!
 
Sólo los nutricionistas y los empresarios del cereal se han preocupado por estudiar la comida que inaugura el día.  Infinidad de recetarios, libros detallados, tutoriales en YouTube  pero nunca una teoría sobre el primer alimento que probamos. Existen tratados sobre el huevo, enciclopedias del café y odas a las garnachas.Tal vez al resto del mundo nos limita la superstición de que no podemos pensar con el estómago vacío. Yo no funciono bien si empiezo el día con el estómago repleto, de lunes a viernes. Todos los días me levanto atolondrada, muy de mañana, sin hambre y con extra ganas de quedarme en mi cama hasta pasadas las doce del día sin tenderla y reírme a carcajadas. Como un nuevo estilo de vida donde todo se permite en la intimidad de tu tan trabajado espacio. Sólo los domingos estoy bien despierta con ganas exageradas de desayunar, asomarme a la ventana y ver como esa mágica nieve cae tan sensual mientras me tomo una tacita de té de bergamota con té rojo de algún lugar lejano. Relajada, sin el tiempo encima. De niña tenía muchos sufrimientos y uno de ellos era desayunar, casi vomitaba cada mañana que lograba terminarme un vaso de tupper largo color mostaza llenito de leche Nido  a medio disolver y un cerro de fruta picada, con granola y miel de abeja de pajapan. Con muchos gritos apresurados y muchas miradas afiladas en mi pecho. La adolescencia  dejó atrás la comida obligada, y me trajo el enorme placer de disfrutar la vida servida en un plato. Me encantaba salir al patio y tender algún lienzo de tela fresca para sentarme a comer, aunque me decían que la boca me quedaría chueca. Mentira! Por eso yo no creo en lo que la gente dice, aveces la gente tiene miedo hasta de comer con libertad y de subir la pata en la mesa.
 
En ayunas aprendí a mentir. Aprendí a respirar el primer aire fresco que se  me metía tan adentro. Imaginaba como sería a los 30.  Mis abues y mi mamá decían que la comida más importante es el desayuno ahora también lo sé yo.   Un acto íntimo cuando se comparte con un loco amante y tan mundano cuando tiene lugar en la fila de un buffet.  Los desayunos son energizantes y terapéuticos pero casi nunca memorables si no le pones sentimiento. Los desayunos son tan poco excitantes para algunos, para mi es  un pretexto para la alegría, una celebración después de abrir los ojos y constatar que —otra vez— no he muerto mientras dormía.
 
Hoy suena Tame Impala -  Apocalypse dreams

1 comentario:

  1. Me topé con este blog sin querer, me gustó. Eres parecida a mi, me rio mucho y también estoy de acuerdo!

    Suerte guapa!

    Sue.

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